Recientemente Google publicaba un Doodle con el cual nos recordaba el centenario de la finalización de la construcción de el último tramo de El Transiberiano. Fue una auténtica obra titánica, que inició el zar Alejandro III y finalizó Nicolás II. Veinticinco años en el cual se construyeron más de 9.600 kilómetros de vías férreas, atravesando ocho husos horarios entre Moscú y Vladivostok.
La ruta principal fue inaugurada tras trece años de trabajo, el 21 de julio de 1904 para resolver el problema de comunicaciones entre Moscú y las provincias lejanas de el Océano Pacífico. Esta vía cuyo recorrido demanda cerca de 7 días de viaje, constituye el servicio ferroviario continuo más largo del mundo. Con excepción de la ruta que se hace dos veces al mes regularmente y que sirve de conexión entre Moscú y Pionyang.
¿Queréis saber más? Tenemos mucho que contaros sobre El Transiberiano… 😉
Costó trece años y 250 millones de dólares. Uno de sus mayores impulsores fue Serguéi Yúlievich Witte, ministro de Hacienda del Imperio ruso desde 1893, defensor del desarrollo industrial y económico y de los empréstitos extranjeros. En su primer tramo la línea se extendía desde los montes Urales, en la Rusia europea, a través de la desolada Siberia y de Manchuria hasta Vladivostok en el mar de Japón. «He dedicado mi cuerpo y mi alma a esta empresa», comentó un orgulloso Witte. Los críticos dijeron que había hecho un trabajo de primera clase construyendo un tren de tercera. Sabemos que hay opiniones para todo…
Sin embargo El Transiberiano distaba mucho de ser un tren de tercera en el interior sus vagones más lujosos. En estos coches lujosamente vestidos se incluían elementos decorativos de los salones aristocráticos de la Rusia del s. XIX. Cortinajes, mobiliario y servicios no envidiaban el confort que pudiera poseer los más pudientes de la Rusia pre-revolucionaria.
En su construcción el mayor obstáculo fue la región del lago Baikal, donde fue necesario volar montañas para la construcción de túneles y el alzamiento de puentes que superaran los cañones de los ríos que llegaban al lago. A lo largo de su construcción original las excavaciones se hacían con pico y pala; y para ahorrar dinero, las traviesas estaban más espaciadas que en Europa o Norteamérica utilizándose en los raíles un acero mucho más ligero. Apenas se utilizaba balasto para asentar la vía y en muchos lugares se tendían las traviesas directamente sobre la tierra. Esto lógicamente ocasionaba que en sus inicios eran frecuentes los accidentes y las reparaciones de la vía. Por supuesto nada de eso tiene que preocuparnos hoy en día. El recorrido cumple con todos los requisitos y medidas de seguridad necesarios. 🙂
A pesar de los problemas, se avanzó con rapidez, tendiendo una media de 4 kilómetros diarios de vías en verano. Los primeros 800 kilómetros de la sección occidental se inauguraron en septiembre de 1894. En agosto de 1895, la línea había llegado al Obi, uno de los ríos más largos de Siberia.
Los equipos construían puentes sobre la marcha: estructuras de madera sobre los arroyos y ríos pequeños, y construcciones más sólidas, de piedra y acero, sobre los ríos caudalosos como el Obi y el Yeniséi. Hicieron un buen trabajo, como demuestra el hecho de que muchos de los puentes de acero aún se mantienen en pie, a pesar de sufrir cada primavera el impacto de miles de toneladas de hielo contra sus pilares de piedra, cuando comienza el deshielo.
El frío se cobró innumerables vidas, ya que los obreros trabajaban apenas sin protección a unos treinta metros de altura sobre las aguas congeladas. A veces se quedaban tan agarrotados que no podían agarrarse a los asideros y caían al hielo. Muchos de los albañiles eran italianos que ganaban unos 100 rublos al mes. Naturalmente y como en toda la historia del ferrocarril en cualquier país se trataba de un trabajo extremadamente duro y peligroso.
Los accidentes eran diarios, las condiciones de seguridad nulas y la mano de obra estaba muy mal pagada. Por supuesto a todas estas condiciones habría que sumar las duras condiciones climatológicas que en algunos tramos de Siberia sólo permitían trabajar unos pocos meses al año.
Lejos queda ya la austeridad en este tipo de viajes, así como las medidas de seguridad que se aplican en sus instalaciones y lo largo de todo su recorrido. A intervalos regulares a lo largo del trayecto se cambian las locomotoras, se comprueban los bogies, según se deduce del sonido metálico producido al golpear una barra de acero, y se bombea el agua fresca necesaria para el suministro del tren por medio de mangueras. El Transiberiano en un coloso de más de 500 metros de coches de pasajeros que ofrece una serie de comodidades equiparables a algunos de los trenes más lujosos del mundo.
Por supuesto las cabinas de pasajeros de El Transiberiano se encuentran a la altura de lo que se podría encontrar en un tren de estas características. Todas las cabinas son convertibles en cabinas-dormitorio cómodas y acogedoras, contando además las de categorías superiores con ducha y aseo individual. Cuentan como cualquier hotel con aire acondicionado, enchufes de 220 V para móviles, portátiles,etc; y servicio de habitaciones. La tripulación por supuesto nos ayudará a convertir lo que por el día en un cómodo vagón de pasajeros en un cálido dormitorio.
Si tenéis curiosidad os remitimos a los artículos que ya hemos publicado en el blog sobre El Transiberiano y nuestra página oficial https://www.el-transiberiano.com/, en donde podréis obtener aún más información e incluso contratar el viaje de vuestras vidas a lo largo de las estepas siberianas…
Sed felices y viajad mucho!
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