Kerala nos sorprende por ser una extensa lengua de tierra que se baña a orillas del Mediterráneo, como el gran poeta Mahakavi Vallathol escribió: “Los pies de Kerala reposan en las cristalinas aguas del océano”. Pero Kerala conserva una idiosincrasia única, un universo propio que la distingue del resto de los paisajes del mundo: los backwaters. Esta palabra define los más de 2.000 kilómetros de vías de aguas interiores formadas por una red de lagos, canales y lagunas.
Existen aldeas a las que solo se llega en barco. Poblados construidos en territorios mínimos entre los canales, se unen cocoteros, casitas y canales kilómetros y kilómetros dando un paisaje único que desemboca en los azhis o desembocaduras naturales de los mismos sobre el mar. La economía se centra en el cocotero, la pesca o el cultivo del arroz ahora completada con el turismo ya que se han reconstruido las antiguas kettuvalam que son unas barcazas preciosas que transportaban grandes cargamentos de arroz, coco y otras mercancías y ahora transportan unos turistas alucinados como yo misma ante tanta belleza paisajista.
A lo largo de la travesía que dura dos días ya que se duerme en la misma kettuvalam ves la vida fluir, ves cómo salen de sus casas los habitantes, se lavan el pelo en el río, se afeitan, lavan la ropa y ante todo sonrien, te saludan, ves la felicidad en sus caras con muy poquita cosa, te hace pensar en nuestras vidas llenas de cosas tan inútiles, sus sonrisas se te pegan y tu cara se alegra, la paz que te da el río, los llamativos colores de las telas y el paisaje paradisiaco tan espectacular te da una paz interior total. Si vais a India no olvidéis el sur, en concreto Kerala y no dejeis de navegar por los increíbles Backwaters.
Me agradeceréis el consejo.
Antes de entrar a la sauna privada de los Mayas, tenemos que agradecer a los dioses el poder ponernos en contacto con ellos en tan maravilloso entorno, así que nuestro chamán reza unas oraciones dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales, nosotros debemos orientarnos también a ellos respetuosamente mientras oímos su voz profunda intercalada por la música que crea con su caracola marina. Vemos que todo esto va muy en serio y se nos empieza a poner la piel de gallina. Es una religiosidad en contacto con la naturaleza a la que nosotros no estamos acostumbrados.
Nuestro ruego final está dedicado a la diosa de la fertilidad, pero no solamente orientado a tener hijos, sino que es una fertilidad amplia, para que todos nuestros esfuerzos en la vida fructifiquen y den resultados positivos.
Entramos al Temascal, es una construcción redonda, hecha con barro y materiales naturales, sólo tiene una entrada un poco angosta y ninguna ventana, alrededor de la construcción hay un banco corrido donde nos sentamos, huele muy bien a perfumes, a plantas, enmedio hay una hendidura donde pondrán las rocas volcánicas ardiendo.
Nos dan mucho líquido para beber, es un té especial, con hierbas, limón, miel, delicioso. Lo vamos a necesitar porque vamos a sudar muchísimo.
Después de acomodarnos en los bancos quedamos a oscuras ya que el chamán cierra con unas telas la única puerta, en la oscuridad empezamos a tener conciencia de nosotros mismos, de nuestros cuerpos vestidos solo con el bañador (los mayas lo hacían desnudos). Recita una breve oración y nos presentamos uno a uno, decimos cómo hemos llegado hasta allí, y lo que queremos conseguir de esta experiencia: conocernos a nosotros mismos, liberar nuestra mente de algún asunto que nos atormenta del pasado, ser mejores personas… Hay tantos motivos como participantes en el Temascal.
Por la puerta empiezan a meter las rocas volcánicas ardiendo hasta la hendidura del centro de la habitación, el chamán nos explica que habra tres “puertas” (o sea que cuando se apaguen las rocas ardientes, volverán a meter otras, tres veces) pero nosotros si nos agobiamos podemos salir desde la primera, nadie está allí prisionero y él nos preguntará si queremos salir (por nuestro nombre ya que no nos vemos) de vez en cuando.
Empieza a echar agua a las rocas y el vapor que se forma es tremendo, perfumado y agradable, empezamos a sudar y nos pide que procuremos dejar la mente en blanco para que se limpie, se produce un gran silencio sólo salpicado de cantos de pájaros ya que nos encontramos en pleno bosque (que distinto a nuestra vida urbanita).
Nuestras mentes empiezan a relajarse, nuestro cuerpo se va limpiando con el sudor, litros y litros nos salen por todos los poros, toxinas eliminadas, malos pensamientos alejados.
Vuelven a meter rocas volcánicas, todo nuestro grupo aguanta la segunda puerta sin problema, vuelven a ofrecernos bebida ya que perdemos muchísimo líquido. Llega la tercera puerta, ésta será más dura, empezamos a tener pensamientos que luego nos contamos, algunos cosas de la infancia, otros cosas que dejaron sin solucionar en el pasado, todo se ve de forma más clara, todo se ve con beatitud, hay que cerrar las heridas, todo tiene solución, no hay que alimentar rencores antiguos.
Yo no soy nada creyente en estas cosas pero de verdad que te sientes genial, que se une cuerpo y mente en una experiencia única.
Para finalizar vamos saliendo del Temascal y nos introducimos en un Cenote ya sabéis que es una dolina con agua mineral que solo existe en Méjico, especialmente en el territorio Maya. El contraste del cuerpo sudoroso con el agua tan pura es brutal. Te sientes renacer.
Cuando salimos nos secamos y escuchamos música maya ambiental mientras nos ofrecen una cesta con frutas frescas y bebidas naturales, no hablamos demasiado, ha sido una experiencia personal total, en principio no necesitamos comentarla, ya lo haremos después cuando nuestro cuerpo vuelva al presente.
Todos coincidimos en que ha sido una experiencia alucinante, nueva, hay un antes y un después del Temascal. ¿Te gustaría probarlo?
Aunque a veces nos atribuyamos al mundo moderno muchas situaciones o cosas novedosa, la verdad, la verdad, es que casi todo ya esta inventado… y desde hace bastante tiempo.
Hace un par de semanas estuvimos en Yucatán, Mexico. Uno de los días cruzamos desde Playa del Carmen en el ferry a la isla de Cozumel, muy conocida sobre todo por los estadounidenses por ser uno de los puertos emblemáticos donde desembarcan los grandes cruceros más significativos del Caribe. Realmente la isla es una cucada, pero los que llegan a ella a través de estos enormes barcos, poco llegan a enterarse de lo que tiene que ofrecer, ya que el poco tiempo que les dejan, lo dedican a ir de tiendas por la zona comercial y poco más.
Pero Cozumel, tiene mucho más que eso… Después de hacer dos espectaculares inmersiones por la mañana en la parte este de la isla, a pesar de las olas y el viento que amenazaban con chafarnos el día, nos esperaba una sorpresa. Una actividad bastante desconocida, pero que realmente nos caló hondo… Os cuento!
Tras un almuerzo rápido, nos subimos en un todo terreno y salimos de la zona poblada de la isla. Cada vez se veían menos casas, menos y menos. Carretera y carretera, el mar más abajo y más lejos. Hasta que nos metimos por una carretera más estrecha, menos asfaltada y ya no se veía más que verde, verde y más verde. Llegado un punto, pasamos al “camino de cabras”, velocidad mínima, baches máximos, prácticamente el camino se intuía más que tenerlo claro, pasando entre ramas, piedras, zona boscosa, cada vez mas cerrada. A todo esto el cierlo iba pasando del azul intenso caribeño al gris oscuro que amenaza tormenta tropical. “Hemos llegado” nos dice contento el conductor, ¡¡corred a la cabaña!! Lo de correr no era por otra cosa que porque había empezado a caer agua del cielo como si se fuera a acabar el mundo… los que habéis vivido estas tormentas caribeñas sabéis de lo que hablo. En unos momentos escampará y parece que no ha pasado nada, pero mientras, es como un avance del fin del mundo y de las inundaciones de los tiempos de Noé. Corremos hasta la cabaña. Increíble que cuatro maderas y una palapa (las hojas de palmeras) sin más, puedan detener el paso de esos torrentes de agua que caen con una fuerza tremenda… Pero si, no entra ni gota. Y en la penumbra, con el ruido de la fuerte lluvia de fondo, nos van contando el sentido y el desarrollo del Temascal.
Comenzaremos (cuando la lluvia nos de tregua) por una caminata por la selva. En silencio. Para tomar contacto con la naturaleza, poder sentir los sonidos, los olores, los colores… Todo con un entorno de musica de instrumentos totalmente artesanos, principalmente las caracolas que usaban los antiguos Mayas. Cuando llegamos al punto final, ya está todo preparado. El fuego con unas grandes llamas, dentro de una especie de horno gigante, los “maestros de la ceremonia”, los asistentes y ayudantes a la nueva experiencia que nos espera…
Todo esto en mitad de la selva, en un sitio donde no hay nada más que naturaleza, naturaleza y más naturaleza….
Continuará 🙂