Nunca pensé que volvería a Seychelles. Es el típico lugar donde vas una vez, y al terminar te despides con un “posiblemente…hasta nunca”. Pero las cosas vienen así, y sin pensarlo, salió la oportunidad, que comenzó para ir dos y terminamos siendo un grupo… ¡y allá que volamos!.
Hacía casi 12 años de mi anterior paso por estas islas perdidas en el Océano Índico. Un viaje que entonces fue bastante distinto, más orientado al buceo y con otro rollo. Y sea por esto, por la compañía tan diferente de una vez a la otra, por los años transcurridos y el inevitable paso del tiempo a nivel personal y sobre todo del desarrollo del lugar, la verdad que tengo que decir que he visto bastantes cambios y diferencias.
Como presentación inicial diré que sí, definitivamente es un destino que merece la pena conocer. Hay que preparar una buena hucha, eso también, ya que, a nivel precios es bastante elevado, y a los españoles concretamente nos pica un poco. Por una cerveza en un bar no pagarás menos de 5 euros, pudiendo ser 6, 7 o más según el sitio. En las tiendas, la botella mínimo 2 euros. Los alojamientos suben una buena partida del presupuesto. Por lo que cuesta en estas islas un guest house o self-catering villa (donde cocinas tú) en otros lugares irías a 5* y superiores. Hay que saberlo, y ya. Islas remotas, lejos de todo, donde no hay nada… tiene su lógica. Si encima están 100% dedicadas al turismo, pues ya lo tienes claro.
Una vez queda esto definido, tienes tu presupuesto listo para emplear, ya puedes plantear el tipo de viaje y ¡¡A DISFRUTAR!!.
En esta ocasión hicimos un combinado que ha resultado ser perfecto: crucero más estancia en islas. Ojo, el crucero que ofrecemos en ViajarSolo.com es uno de los “luxury”, no de los enormes barcos de cientos de personas a bordo, que son mucho más impersonales… Aquí el viaje es en un yate de alto standing con un máximo de 40 pasajeros. Nuestro grupo fue solo de 23, con lo que os puedo asegurar que contando con 20 personas de tripulación, encantadoras y dedicadas a nosotros con profesionalidad, formalidad y sonrisas, ¡ha sido un auténtico placer!
El barco Pegasus, de la compañía Diversity Cruises ha sido todo un descubrimiento. No será la última vez que trabajamos con ellos, puesto que sus servicios están realmente muy cuidados. La comida es excelente (¡dios mío, hemos salido todos con unos cuantos kilos de más, pese a las noches con los bailes!) y las actividades y planificación realmente acertadas. La ventaja de un crucero es que accedes a lugares que de otro modo no irías, o sería muuucho más complicado a todos los niveles.
Desembarcar con la zodiac en una isla pequeña, de playas paradisíacas totalmente vírgenes, llena a rebosar de pájaros (no sin razón Aride, la más al norte del bloque granítico, se llama “la isla de los pájaros”) totalmente solos, sin nadie más que los guardas de la misma, encantados de hablar con alguien y explicarnos sobre la fauna y flora allí, es uno de esos regalos de la vida que no se pueden pagar con dinero… Bueno, sí, llegas con dinero, pero… 😉 ya me entendéis.
Por supuesto la ruta diseñada por la compañía, toca las islas principales (Mahe, Praslim y La Digue) para sus highlights más destacados. Pero son realmente las islas pequeñas solo accesibles a barcos pequeños, las que te atrapan sin remedio. En el programa del viaje están detalladas todas las que se visitan, con tiempo suficiente para disfrutar de unas horas de playa y sol, de barbacoa y siesta bajo las palmeras, de caminata por la exuberante vegetación que forma el corazón de cada una de ellas, de juegos acuáticos o descubrimiento de actividades acuáticas de todo tipo proporcionadas por el barco (kayak, padle surf, snorkel…)
Son 3 las islas principales de Seychelles. Mahe, la principal con la “capital”, Victoria, que como ciudad no tiene ningún atractivo especial, un Big Ben en miniatura, bastante fuera de lugar como vestigio (y meadita) de cuando fueron colonia inglesa, y un mercado con mucho bullicio. Con 3 horas ya tienes la ciudad “vista”. En cambio, toda la isla merece al menos una visita, ya que las playas y selva que la componen es realmente alucinante.
Hay una carretera principal que da la vuelta entera, y por algunas zonas, otras que cruzan de lado a lado. Si alquilas un coche (mira, ahí los precios no son tan excesivos y puedes encontrar cosas realmente asequibles!), mucho ojo en éstas. Al ser muy montañoso, las cuestas son importantes, las curvas de las que hacen Z bien cerradas, las calzadas sin arcén, el firme en sí poco firme y más estrecho de lo acostumbrado (dos coches pasan soplándose los retrovisores, con un camión o furgoneta ya haces el gesto de encogerte…). Los locales, que se le conocen, ¡van a toda pastilla! Así que prudencia y templanza, que además conduciendo por la izquierda, te llevas algún que otro sofoco si no vas muy al quite ;). Pero sí, los paisajes y zonas por las que pasan son realmente alucinantes, así que si dispones de tiempo, merece y mucho disfrutar la aventura.
Praslim tiene otras de las playas más famosas de Seychelles, y una selva que quita el hipo. El famoso valle de Mai, brutal. Pero por cualquier parte que la atravieses (con alguien que lo conozca o te perderás) la boca no dejará de abrirse de lo alucinante de la vegetación y vistas impresionantes. Por supuesto playas preciosas, carreteras al borde del mar, las típicas rocas silueteadas por todas partes…
Y por si todo esto fuera poco, la navegación es mágica. Se ven de cerca una miríada de numerosas islas e islotes que jalonan este archipiélago y a cual es más sorprendente que la otra… ¿Un árbol sólo, alto, crecido, destacando en la “cima” de una de ellas? ¿Puede ser? No solo puede, si no que es… Ave María es esa isla que llama la atención por su único árbol, alto y hermoso despuntando por encima de la vegetación como buscando llegar al cielo o alejarse del mar.
La Digue merece un comentario aparte. Es conocida por ser la isla de las bicis, donde no hay coches, y este es el único medio de movimiento… Cierto… pero ya no tanto :((. Sigue siendo “el reclamo” principal de la isla, pero ya tiene matices… Recuerdo que así era hace 11 años, no había ni un solo coche, te preguntabas cómo llevaban la carga normal a las casas o comercios, y la respuesta eran los carros de bueyes que transitaban la única carretera y caminos adyacentes, cortos y arenosos.
También eran vehículo para personas, cosa que no me gustaba tanto, pero ya han desaparecido del lugar. Aún alguno se ve escondido en alguna de las casas más fuera de la vista, como parte del paisaje o almacén de trastos. Se ve que fueron prescindiendo de ellos, y no les interesaba mantenerlos más, así que intuyo que durante varios años fueron la dieta carnívora de los locales y turistas hasta no quedar ni uno hoy en día. Lo más parecido que he visto ha sido una vaca joven en uno de los caminos.
La pena es que en lugar de haber reemplazado estos animales por algo más “curioso” o peculiar que siguiera dando un toque de distinción al lugar. Se han ido a lo fácil. Los típicos coches de golf y desgraciadamente coches, furgonetas, camiones y pick ups que ya van rodando por la carretera esquivando bicicletas. No hay muchos, cierto, aún ganan en número los ciclistas, pero demos tiempo, ya que dada la marcha que se ve, en breve acabará siendo, como los bueyes, un vestigio del pasado, perdiendo gran parte del encanto y magia de la menor de las islas habitadas de Seychelles.
Sin embargo, este no es el peor de los males. Es tan solo una señal de lo que va a ocurrir en breve. Recomiendo encarecidamente ir a conocer este lugar a no tardar mucho.
Cómo tantos otros sitios que hemos visto ser deglutidos literalmente por la codicia y el efecto apisonadora del turismo y los billetes que genera, sin conciencia alguna, el dinero entrando a espuertas no pone freno a nada, y a la encantadora La Digue le queda poco, muy poco para seguir luciendo algo de este encanto, antes de convertirse en uno más de esos adefesios que hay por el mundo llenos de casas, resorts, piscinas, vehículos, tiendas… construidos mal y rápido a costa de despojar a la naturaleza de las maravillas que actualmente conserva y llenar los bolsillos de las mentes obtusas que no son capaces de ver más allá que el volumen de billetes que caen en sus manos.
Con mis propios ojos y auténtico dolor he visto estos días como cortaban sin piedad enormes arboles de cientos de años, para despejar un trozo de terreno donde en breve, habrá una formación de ladrillos con mayor o menor gusto.
Con mucha pena he comparado la isla que conocí, donde apenas había construcciones entre el puerto y el parque nacional y pedaleabas todo el rato al lado del mar, con la de ahora, donde los cercados de las guest houses, hoteles, restaurantes o vallas tapando las futuras construcciones dejaban, tan sólo a ratitos ver trozos de ese azul turquesa.
Vayan, vayan a La Digue antes que sea el triste recuerdo de un paraíso que, una vez más, la imbecilidad y falta de escrúpulos humana, convirtió en pura y dura especulación sin respeto alguno por la naturaleza, la conservación, el sentido común, la ética y la necesidad de mantener pulmones en el planeta…
Realmente merece la pena hacerlo. Aun conserva ese gusto delicioso y es una auténtica maravilla pasar ahí unos días para recorrer su pequeña superficie y dejarse perder. Al contario de lo que parece, no es solo playa lo que hay. Por supuesto la famosísima Source d’Argent (ahora al leer su nombre siento que ya iban encaminando su destino) hay que ir una vez a admirarla, pero, no es necesario más.
Cojan una bici y déjense llevar por cualquiera de los caminos que atraviesan la isla por la montaña (300 m de altitud, no se asuste nadie). Suban y bajen rodeados de la vegetación increíble que jalona los bordes de la calzada… Habrá que desmontarse en alguna de las cuestas si no se está muy acostumbrado y no se cuenta con buenas piernas, pero no pasa nada, es totalmente llevable. La bici en la mano y las cuestas admirando el paisaje tan enormemente verde….
La recompensa es única, desembocar en una playa alucinante, donde apenas hay gente y embobarse con los azules infinitos y el sonido embriagador de un océano que parece acunar o tratar de llevarte hacia sus adentros. Pero no hagáis solo jornada de playa. Tras el baño merecido, con un calzado adecuado, hay una ruta a pie, que es la única forma de llegar a las otras dos playas de este lado de la isla que es un “must do”. Hay que trepar un poco por las enormes rocas graníticas que dan fama y aspecto a las Seychelles, y hacer caminar por tierra, arena y verde, bajo árboles enormes, lianas, hojas de tamaño impensable, y disfrutar… Disfrutar enormemente de pisar por donde pocos realmente lo hacen, para alcanzar dos nuevas recompensas a la vista, al alma, al espíritu viajero de verdad.
La otra recomendación es ir con la bicicleta hacia el otro lado de la isla, hasta donde termina la carretera. También hay tramos de subidas y bajadas, pero cada vez se ve menos gente, está muy poco transitado. Y de nuevo nos encontramos con naturaleza verde salvaje a nuestra derecha, y azules infinitos a nuestra izquierda, separados por un estrecho camino por el que nuestros ojos van a llenarse de esa energía tan potente que sólo en lugares como estos se puede encontrar.
Para los más aventureros, continúa la ruta una vez no se puede seguir con la bici. Zapatos de suela que se puedan mojar, una mochila y al agua… Hay que ir andando, rodeando las rocas, mojados hasta la rodilla al menos y las olas chocando con nosotros (ni intentarlo un día de mar enfadado, o se acaba hecho picadillo en el mejor de los casos). Se ve donde se reanuda una especie de camino, y lo largo o corto que se haga este tramo, depende del nivel de “aventura” de cada uno.
Una vez allí, se sigue rodeando la isla, aunque el camino es duro, no preparado, por piedras y zonas de agacharse y acceso más difícil, pero posible de hacer, para llegar, por el otro lado a las playas del “lado oculto de La Digue”. Una gran recompensa que exige un poco de forma, pero no hace falta ser ningún super héroe para ello.
A mi se me ocurren mil ideas para pasar días en este rincón rodeado del océano. Ya que solo hay una carretera que atraviesa la “montaña”, el tirar por donde sea y subir por zonas no preparadas, incluso con machete si hiciera falta, para llegar al otro lado, que no tiene pérdida, daría para varios días de diversión. La ventaja de estas islas es que en su selva no hay ningún animal ni especie peligrosa, ni arañas, insectos, serpientes ni nada que puedas pensar te amargue una aventura de este tipo. Por eso es fácil pensar en disfrutar de las posibilidades antes de que, como digo, esté toda la montaña jalonada de casas de ricos, hoteles prestigiosos, carreteras y coches contaminando y desvirtuando la belleza única de La Digue.
10 años, no le doy más… No se si volveré antes o más tarde a Seychelles para comprobarlo, o que me lo contéis alguien, y espero y deseo equivocarme… Aunque mi conocimiento del género humano me deja pocas esperanzas para creer que en esta ocasión alguien va a aprender de errores ajenos y poner otros valores por encima del “source D’Argent”.
En fin, para terminar… ¿recomendaría un viaje a Seychelles?
Sí, definitivamente. Se puede salir del concepto enlatado y adentrarse en lo más genuino. La opción crucero y extensión es ideal para poder acceder a lo máximo, y disfrutar de uno de esos lugares remotos, paradisíacos, lejanos a los que, al menos, ¡habría que ir una vez en la vida, porque…oye, no tenemos otra!
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